En el artículo se expresa que más de un tercio de los pacientes analizados tenían fracturas vertebrales torácicas.
Según un estudio realizado en Italia, las fracturas vertebrales suelen ser comunes en personas con COVID-19 grave. La investigación se llevó adelante entre 114 pacientes con COVID-19 que fueron sometidos a radiografías laterales de tórax en el servicio de urgencias del Hospital San Raffaele en Milán.
Los resultados de la pesquisa se publicaron en la revista Journal of Clinical Endocrinology and Metabolism. En el artículo se expresa que más de un tercio de los pacientes analizados tenían fracturas vertebrales torácicas. Y, consecuentemente, presentaban el doble de probabilidades de morir que los pacientes que no tenían tales fracturas.
“Las fracturas vertebrales morfométricas son una de las comorbilidades más comunes entre los adultos hospitalizados con COVID-19. La presencia de tales fracturas puede predecir la gravedad de los resultados de la enfermedad”, sostuvo la investigadora principal del estudio, Andrea Giustina.
Este es el primer informe que examina la prevalencia de fracturas vertebrales en una enfermedad por coronavirus. Generalmente, estas rupturas se han vinculado con un mayor riesgo de neumonía y deterioro de la función respiratoria, incluida la disfunción pulmonar restrictiva.
En una entrevista con Medscape, Giustina comentó que es posible que estas fracturas provoquen cambios anatómicos como la cifosis, que impacta negativamente en la función respiratoria. De esta manera, disminuye la capacidad vital, el volumen espiratorio forzado en 1 segundo y el tiempo inspiratorio.
Asimismo, la investigadora agregó que la evidencia sugiere que todos los pacientes con COVID-19 que se someten a radiografías de tórax deben también hacerlo a una evaluación morfométrica de rayos X vertebrales. En este sentido, la especialista subrayó que sin la morfometría, dos tercios de las fracturas vertebrales no se habrían descubierto. Y, aunque resultan esenciales, se subestiman en la práctica clínica.
Los 114 sujetos incluidos en el estudio fueron aquellos cuyas radiografías laterales de tórax permitieron una evaluación de alta calidad y en los cuales todo el tracto torácico de T4-T12 era visible y evaluable. A ninguno de los pacientes analizados se les había administrado glucocorticoides y solo el 3% tenía un diagnóstico previo de osteoporosis.
La mayoría eran hombres (75%) y la edad media era de 57 años. Gran parte de ellos (79%) fueron hospitalizados después de la evaluación en el servicio de urgencias. De ellos, el 12% ingresó en la UCI y el 15% falleció.
En el 36% de los pacientes se detectaron fracturas vertebrales torácicas en la radiografía lateral de tórax.
Del total de 65 fracturas vertebrales detectadas, el 60% se clasificó como leves (disminución del índice de estatura <25%); el 33,3%, como moderadas (disminución del 25%-40%); y el 7,7% como graves (>40%). Los pacientes con más de una fractura vertebral se clasificaron como graves.
Los pacientes con fracturas vertebrales no difirieron de los que no las presentaban por parámetros como sexo o índice de masa corporal. Pero sí por la edad y otras cuestiones clínicas. Eran significativamente mayores (68 años frente a 54 años) y tenían más probabilidades de tener hipertensión arterial (56% frente a 30%) y enfermedad de las arterias coronarias (22% frente a 7%).
En el análisis multivariado, la edad fue el único predictor estadísticamente significativo de fracturas vertebrales.
De acuerdo con la investigación, los pacientes con fracturas vertebrales tenían más probabilidades de ser hospitalizados, aunque no significativamente (88% frente a 74%). Tampoco hubo diferencias importantes en la admisión a la UCI (11% frente a 12,5%).
Sin embargo, aquellos con fracturas vertebrales requirieron ventilación mecánica no invasiva más a menudo (48,8% frente a 27,4%; p = 0,02), y tenían el doble de proabilidades de morir (22% frente a 10%; p = 0,07).
Por otra parte, las personas con fracturas vertebrales graves tenían una probabilidad mayor de morir, en comparación con las que tenían fracturas leves o moderadas (60%, 7%, 24%, respectivamente; p = 0,04).
Giustina destacó la importancia del cuidado de la fragilidad ósea durante la pandemia de COVID-19 en aquellos pacientes ya tratados con fármacos antiosteoporóticos.
Señaló, además, que es preciso que mantengan su adherencia a tratamientos que incluyan vitamina D:
“la continuidad de la atención también debe comprender el monitoreo de la densidad ósea a pesar del acceso muy restringido a las instalaciones clínicas”, expresó la especialista.
Y sugirió: “todos los pacientes con fracturas deben comenzar el tratamiento antirresortivo de inmediato, incluso durante la estadía en el hospital”.
MedScape Journal of Clinical Endocrinology and Metabolism
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