Un estudio se pregunta sobre el grado de burnout que experimentan el personal médico internista uruguayo. Y otro indaga sobre cuáles son los sentidos circulantes en torno al rol de médicas-os comunitarias-os y familiares, es decir, cómo son percibidos por sus colegas y la comunidad sanitaria.
Hoy se conmemora el Día del(-la) Médico(-a) Internista en Uruguay y, en ese marco, resultan interesantes dos estudios respecto a esta especialidad. Por un lado, uno que se pregunta sobre el grado de burnout que experimentan los médicos internistas uruguayos. Y, por otro, una investigación que indaga cuáles son los sentidos circulantes en torno al rol de médicas y médicos comunitarios y familiares, es decir, cómo son percibidos por sus colegas y la comunidad sanitaria.
En el estudio que analiza los casos de burnout entre médicos internistas, se expresa que pueden enumerarse varios factores estructurales que promueven episodios de exposición y tensión en esta especialidad. Por ejemplo:
Estos aspectos repercuten en la organización del trabajo, y generan una sobrecarga laboral en las y los profesionales, e insatisfacción en el usuario en cuanto a la calidad de atención brindada.
La recolección de datos se obtuvo mediante un formulario elaborado por el equipo de investigación que incluyó dos instrumentos: Maslach Burnout Inventory (MBI) y el cuestionario de Goldberg (GHQ28). La encuesta se autoadministró en forma voluntaria y anónima y su llenado fue vía correo electrónico.
Respondieron al cuestionario 119 médicos internistas, 68 (65,5%) de sexo femenino. La edad media de los encuestados fue de 37 a 39 años.
En cuanto al área de desempeño laboral, 99 (83,2%) dijeron realizar visita médica del paciente internado, 82 (68,9%) cumplir guardias en emergencia, 74 (62,2%) atender en policlínica y 51 (42,02%) trabajar en guardia de piso.
Respecto de las condiciones de trabajo, 35 (21%) estimaron que las condiciones de higiene y seguridad en su trabajo eran malas y/o muy malas y 107 (99%) afirmaron que la profesión exigía una actualización permanente.
Hubo 97 (81,5%) que refirieron que tenían designados demasiados pacientes en función del tiempo disponible.
Con respecto a la carga horaria y distribución del trabajo, 79 (66,4%) expresaron que trabajaban más de 48 horas diurnas semanales. La media de trabajo nocturno fue de 12,8 horas semanales y 40 (15,25%) manifestaron trabajar durante tres noches por semana.
Un 43% de las y los profesionales manifestó haber sufrido una afección relacionada al trabajo y 68 (64%) planteó que sus colegas estaban afectados por la tarea.
El síndrome de burnout estuvo presente en 12 internistas (10,44%). Asimismo, 39 (32,8%) dijeron presentar alto grado de agotamiento emocional; 60 (50,42%), alto o moderado grado de endurecimiento emocional; y 43 (36,1%), bajo grado de realización personal.
Si se consideran los residentes por año de residencia, el burnout estuvo presente en 8 (7,14%) de primer año; en 13 (11,11%), de segundo; y en 20 (16,67%), de tercero. Al analizar la presencia de este síndrome, el estudio no marca diferencias significativas por sexo en el grupo de residentes. Sin embargo, si se analiza la dimensión de agotamiento emocional, en el sexo femenino es predominante.
Por otra parte, si se observa la totalidad de la muestra, 27 (23%) presentaron síntomas somáticos; 24 (20%) ansiedad e insomnio; 10 (8,5%) disfunción social, y 3 (2,5%) elementos de depresión.
La otra investigación considerada, de tipo exploratorio y descriptivo, analizó la opinión de expertos sobre el quehacer de las y los médicos de familia y comunitarios. El universo del estudio estuvo constituido por un profesor (grado 5), tres profesoras agregadas (grado 4) y 11 profesores adjuntos (grado 3), del Departamento de Medicina Familiar y Comunitaria de la Universidad de la República (UDELAR).
Las y los participantes adujeron que algunas de las principales funciones de las médicas y los médicos de familia son:
Los principales disensos se ubicaron en torno a la delimitación de las actividades de gestión y ciertas prácticas comunitarias. La mayoría estuvo de acuerdo en la participación en la gestión de servicios de salud como contribución, pero no como función específica: “Contribuir a la gestión del servicio de salud. Contribuir a la integración de los principios de la atención primaria en la gestión de los servicios, involucrarse en la gestión del servicio… todo eso es necesario. Pero gestionar el centro de salud, a secas, resulta excesivo”.
También fue cuestionado el liderazgo del equipo, por parte del profesional de medicina familiar y comunitaria:
Algunos participantes manifestaron preocupación por evitar términos paternalistas y estigmatizantes de la población o sus conductas. “Los médicos no debemos caer en la soberbia de pensar que educamos a las personas que atendemos o (con quienes) nos vinculamos. Contribuimos”.
Se discutió la pertinencia de la expresión “cuidados básicos”, que puede sugerir baja complejidad en atención primaria, pero en realidad eso no es así, sino todo lo contrario. Aunque estuvo presente el concepto “factores de riesgo”, también fue explícitamente cuestionado en favor de “vulnerabilidad”. “Si bien el discurso general ha evolucionado y se pretende hablar de determinantes de la salud, en la práctica se sigue focalizando el problema en los individuos donde se coloca al factor de riesgo y, lamentablemente, esto se traduce, luego, en acciones que se centran en los sujetos a los que se pretende cambiar, sin tomar en cuenta que muchos de los cambios deseables no son posibles, simplemente porque la persona no tiene el nivel de autonomía suficiente para lograrlo, debido al contexto próximo o estructural”.
http://www.scielo.edu.uy/pdf/rmu/v31n1/v31n1a06.pdf
http://www.scielo.edu.uy/pdf/rmu/v38n1/1688-0390-rmu-38-01-e911.pdf
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