Océano Medicina Magazine acerca novedosos desarrollos científicos en el área pediátrica y neonatal.
Una ecografía prenatal de rutina en el segundo trimestre puede revelar signos tempranos de trastorno del espectro autista (TEA), informan investigadores de Israel.
“Las anomalías fetales específicas (o biomarcadores fetales) que se asocian con el TEA pueden detectarse durante el estudio de la anatomía fetal en aproximadamente el 30% de los casos de TEA”. Datos brindados a Reuters Health por el Dr. Idan Menashe, de la Universidad Ben Gurion del Negev.
“Es importante destacar que no todos los fetos con estos biomarcadores desarrollarán TEA. Estas anomalías también se encontraron, en menor frecuencia, en niños con desarrollo normal en nuestro estudio”, escribió Menashe, principal investigador del caso.
“Pero la observación de estos biomarcadores durante el estudio de la anatomía fetal debería suponer una ‘bandera roja’ que podría sugerir la realización de pruebas pre o postnatales adicionales. Quizás, inclusive, más específicas o genéticas, para la identificación temprana del TEA”, agregó.
Los investigadores realizaron un estudio retrospectivo de control de casos y hermanos de 229 niños diagnosticados de TEA, 201 de sus propios hermanos con desarrollo típico más cercanos a la edad (TDS) y 229 niños con desarrollo típico de la población general (TDP). Todos fueron emparejados por año de nacimiento, sexo y etnia. Se encontraron anomalías fetales en la ecografía en el 29,3% de los casos de TEA, frente a solo el 15,9% de los grupos TDS y el 9,6% de los TDP (odds ratio ajustada de 2,23 y 3,50, respectivamente).
Las anomalías fetales múltiples concurrentes fueron significativamente más frecuentes entre los casos de TEA. Las anomalías del sistema urinario, del corazón y de la cabeza/cerebro fueron las más significativamente asociadas a los TEA.
Las mujeres con TEA presentaban significativamente más anomalías fetales en la ecografía que los varones con TEA (43,1% frente al 25,3%). Además de una mayor prevalencia de anomalías múltiples concurrentes (15,7% frente al 4,5%). No se observaron diferencias de sexo entre los controles TDS y TDP.
Los fetos con TEA se caracterizaban por una cabeza más estrecha y una distancia ocular relativamente más amplia en relación con los fetos con TDP. Las anomalías fetales se asociaron con síntomas de TEA más graves. El estudio ha sido financiado con una subvención de la Fundación Científica de Israel. Los autores no han revelado información relevante.
En un estudio de fase 1/2 sobre adolescentes con autismo, un absorbente oral llamado AB-2004 para los metabolitos bacterianos intestinales demostró ser seguro y bien tolerado, con una disminución de la ansiedad y la irritabilidad.
Según el doctor A. Stewart Campbell, de Axial Therapeutics, Woburn, Massachusetts: “AB-2004 posee un nuevo mecanismo de acción que consiste en secuestrar ciertos metabolitos intestinales antes de que entren en el torrente sanguíneo y lleguen al cerebro. Pensamos en que nuestro enfoque minimice los posibles efectos adversos por falta de exposición sistémica al fármaco”.
“Estamos trabajando rápido para avanzar con AB-2004 en los ensayos clínicos y presentar el producto a la FDA“, agregó. Se están convocando voluntarios de Estados Unidos, Australia y Nueva Zelanda para el ensayo clínico de fase 2b TAPESTRY (www.theautismstudy.com), con resultados para el 2023.
En Nature Medicine, el equipo de Campbell publica la evaluación de la seguridad de AB-2004 en 30 adolescentes de unos 14 años (más del 70% era no hispano o latino) con autismo y síntomas gastrointestinales (GI). Se trata de un estudio abierto, de cohorte única y para definir las dosis en Nueva Zelanda y Australia. Participa una sola mujer. AB-2004 demostró tener un buen perfil de seguridad y tolerancia con todas las dosis, sin efectos adversos no farmacológicos. La mayoría de los eventos adversos eran síntomas GI leves a moderados, como dolor abdominal y diarrea.
Se observó una disminución significativa de los niveles de metabolitos bacterianos intestinales en orina y sangre entre el tratamiento basal y final. Lo que demostraría la acción de AB-2004. “Observamos una mejoría de múltiples resultados conductuales, principalmente en el análisis post hoc de la ansiedad y la irritabilidad, además de la salud GI, a las ocho semanas del tratamiento”, indicaron los autores.
Puede ser que el síndrome inflamatorio multisistémico en niños (MIS-C, por su sigla en inglés) no sea una consecuencia tan rara del COVID-19. Un estudio transversal de niños estadounidenses de entre 5 y 11 años, de 11 estados sugiere que durante el invierno del 2020-2021 habría habido una internación por MIS-C por cada caso previo de COVID-19.
En ese intervalo hubo 379 internaciones por MIS-C y 343 casos de COVID-19. Las internaciones por MIS-C y COVID-19 fueron, respectivamente, 5,7 y 5,1 por cada 100.000 niños.
A modo de comparación, entre enero y marzo del 2017 hubo 1.134 niños internados por influenza y 413 por virus sincicial respiratorio (VSR). Es decir, respectivamente, 17 y 6,2 por cada 100.000. En el primer trimestre del 2021, casi no hubo internaciones por influenza y VSR.
La mortalidad durante la internación no fue común para los tres virus. El MIS-C registró la tasa más alta de complicaciones cardiovasculares, hematológicas, renales y gastrointestinales. Los niños con VSR tuvieron la tasa más alta de complicaciones respiratorias. Los niños con COVID-19 sin MIS-C la de complicaciones neurológicas. Y, finalmente, los niños con influenza, la de complicaciones musculoesqueléticas.
La internación de los niños con MIS-C fue la más prolongada (en promedio, 5 días) y costó unos 23.585 dólares, mientras que la internación por influenza fue la más breve (en promedio, 2 días) por 5.200 dólares.
El MIS-C fue más grave en los niños asiáticos o isleños del Pacífico, de etnia negra, hispanos y de otras etnias.
“Aunque el MIS-C es más raro que la influenza, su gravedad extrema hace que la carga económica y de salud por COVID-19 y MIS-C combinados sea tan alta como la de los brotes de gripe previos”, publica en JAMA Pediatrics el equipo del doctor William Encinosa, de la Agencia para la Investigación y la Calidad de la Atención de la Salud.
Los niños llevados a término después de haber sido infectados con el virus del Zika en el útero tienen 14 veces más probabilidades de morir a los 3 años si muestran los efectos de la infección al nacer. Esto, en comparación con los bebés nacidos sin el síndrome congénito del Zika, según un nuevo estudio de Brasil publicado en el New England Journal of Medicine.
Sin embargo, el virus no parece sumarse directamente al ya elevado riesgo de los bebés prematuros, es decir, los que nacen antes de las 32 semanas de gestación o pesan menos de 1.500 gramos.
En general, el 12% de los bebés con el síndrome congénito del Zika confirmado o probable murieron durante sus tres primeros años. En comparación con solo el 1% de los bebés sin el síndrome.
“Aunque esperábamos una mortalidad mayor, no esperábamos que esta fuera tan alta. Nos sorprendió”, explicó mediante una entrevista telefónica a Reuters Health el autor principal: Enny Paixao Cruz, profesor asistente de la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres, en el Reino Unido.
La transmisión vertical del virus de la madre al feto puede causar una gran variedad de problemas. Pero, el mayor riesgo de defectos de nacimiento parece ocurrir cuando la exposición se produce en el primer trimestre del embarazo.
El nuevo estudio retrospectivo, fundado en una base de datos nacional de casi 11,5 millones de nacidos vivos en Brasil, es uno de los primeros intentos a gran escala de evaluar el alcance del exceso de muertes causadas por el Zika. Un estudio de 2020 había sugerido que el 10% de los niños afectados mueren en sus primeros años.
“Los niños con el síndrome congénito del Zika tienen múltiples complicaciones neurológicas. Además de secuelas a largo plazo que confieren un mayor riesgo de muerte”, describe el equipo del estudio. “Estas afecciones incluyen la parálisis cerebral, que fue una de las principales causas de muerte identificadas en este estudio, y la epilepsia, que tiene una prevalencia estimada del 67% en este grupo. Sin embargo, se necesita una mejor comprensión de la cadena de mortalidad causal”
Entre los niños nacidos vivos con síndrome de Zika congénito, la tasa de mortalidad fue de 52,6 por cada 1.000 personas por año, frente a 5,6 por cada 1.000 en el resto de ese grupo de edad.
En general, el riesgo de muerte se multiplicó por 11,3. Entre los 3.308 bebés nacidos con el síndrome; 398 murieron. Además, entre los bebés con un peso al nacer de al menos 2.500 gramos, la tasa de mortalidad era 12,9 veces mayor. En los bebés con un peso de entre 1.500 y 2.499 gramos, la tasa era 4,6 veces mayor. Entre los bebés nacidos a término, la mortalidad fue 14,3 veces mayor. Para los nacidos entre la semana 32 y la 36, la tasa era 8,9 veces mayor.
Un caso de Zika se consideraba confirmado si la madre informaba de fiebre o sarpullido durante el embarazo, había pruebas de laboratorio de la infección o el bebé presentaba signos o síntomas compatibles con la infección. Se estima que la epidemia de Zika en Brasil infectó a 1,5 millones de personas en 2015 y 2016.
https://bit.ly/3HLX43T Brain, online enero 17, 2022. Nature Medicine, online 14 de febrero del 2022. JAMA Pediatrics, online 21 de febrero del 2022. https://bit.ly/3vg6uRu The New England Journal of Medicine, online 23 febrero 2022.
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