La pandemia por COVID-19 modificó la percepción que se tenía acerca de la telemedicina en Latinoamérica. Existe una mayor aceptación en especialidades como dermatología. Aunque también persisten algunas barreras que necesitan ser sobrepasadas para dar con una mayor aplicación.
La actual pandemia por COVID-19 ha tenido un efecto catalizador en la aceptación de la telemedicina entre los profesionales de la salud y los pacientes de América Latina. La necesidad de conjugar la continuidad en la asistencia sanitaria, con el distanciamiento social y una menor afluencia de pacientes hacia los sistemas de salud, ha sido el principal estímulo. Pero desde hace décadas algunas entidades ya venían impulsando dicha modalidad de atención, que tiene a la tecnología como uno de sus componentes centrales. Esto sucedía especialmente en el campo de la dermatología, dada las características eminentemente visuales de la especialidad.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) define a la telemedicina como un modo de suministrar servicios de atención sanitaria. Pero aquí la distancia constituye un factor crítico. Los profesionales apelan a tecnologías de la información y de la comunicación con el objeto de intercambiar datos para hacer diagnósticos, establecer tratamientos o prevenir enfermedades. La formación permanente de los profesionales de la salud es otra de las áreas abordadas de manera fructífera por la telemedicina.
Cuando se revisa la literatura disponible se constata que el comienzo de las estrategias de telemedicina en Latinoamérica se remonta a principios de la década del 2000. Surgen con el objetivo de reducir las inequidades en el acceso a la atención primaria y para favorecer el alcance de la atención en algunas especialidades médicas. Tampoco resulta novedoso el término teledermatología. Desde 1996 ha sido utilizado para describir la información y tecnología de telecomunicación que permite brindar servicios dermatológicos a distancia.
La práctica dermatológica resulta un terreno fértil para el desarrollo de esta modalidad asistencial. Ya algunos trabajos, con algunas limitantes metodológicas, se han encargado de sugerir que la telemedicina aquí es confiable. Su empleo es eficaz en la resolución de casos clínicos seleccionados. Generalmente, esto ocurre con resultados similares a los obtenidos en la atención presencial. Pero también resulta útil en la priorización de interconsultas. Además de a la hora de incrementar el acceso a la especialidad.
Los y las especialistas en dermatología suelen ser recursos humanos escasos en el ámbito sanitario. La teledermatología ha permitido, por ejemplo, que médicos de atención primaria interactúen con estos profesionales de una manera más fácil, accesible y oportuna. Por otro lado, esto, ha disminuido la derivación de casos que pueden ser abordados con esta modalidad a distancia. Dicho triaje permite un uso más racional de los recursos de salud y maximiza el costo-beneficio en los sistemas sanitarios. Además, la telemedicina en dermatología evita gastos de traslados y minimiza el lucro cesante en los pacientes.
Está claro que la dermatología otorga un mayor valor a la imagen a la hora de diagnosticar y tratar patologías. Tanto es así que los especialistas coinciden en que el advenimiento de la fotografía digital significó directamente un cambio en la forma de atender a los pacientes.
Los avances tecnológicos registrados en las últimas décadas -tanto en la calidad, procesado, almacenamiento y visualización de estos archivos- posicionaron a la imagen como un complemento ineludible en la práctica diaria.
La dermatología también ha sabido amoldarse a las posibilidades que ofrecen las nuevas plataformas de comunicación. Con estas herramientas es factible interactuar con el paciente de manera sincrónica, asincrónica, o en un formato híbrido. Cada una de estas modalidades tiene su particularidad y el fin último es el intercambio de información.
Por ejemplo, el modo sincrónico es el que más se asemeja a una consulta presencial. Implica una interacción en tiempo real entre profesional de la dermatología y paciente. El término incluye a videoconferencias, pero también a llamadas telefónicas. En el modo asincrónico se prescinde de la necesidad de coordinación horaria entre los participantes. Además, desde el punto de vista técnico requiere un menor ancho de banda en relación con la comunicación sincrónica. Estos aspectos en definitiva la vuelven muy valorada por profesionales y pacientes. El modo asincrónico es en la actualidad el más utilizado en la práctica clínica de la dermatología.
Durante los periodos más críticos de la pandemia por COVID-19, la teledermatología brindó soluciones asistenciales a pacientes. Además, facilitó el desarrollo de actividades de educación médica continua. Su mayor utilización ha motivado cambios en la percepción que se tenía acerca de la utilidad de esta nuevas tecnologías. En la actualidad se tiene una mayor confianza en la telemedicina y así lo expresan pacientes y profesionales de la salud en diversas encuestas.
Pero aún existen dentro de la telemedicina aspectos no completamente desarrollados. Según los expertos, son barreras que atentan contra su correcta aplicación en la región. Mencionan, entre otras, a la ausencia de un marco legal regulatorio, la necesidad de plataformas más seguras y la falta de políticas que financien este tipo de iniciativas.
Dermatología
500 horasMedicina general
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